04 septiembre 2017

EL SIMBOLISMO DE LAS ABEJAS

EL SIMBOLISMO DE LAS ABEJAS




Cuentan los cronistas sobre la antigua iconogra-fía de la abeja,que debido a la perfecta identidad y similitud de símbolos y ceremonias entre el cristianismo y el mitraísmo, causó espanto a los primeros cristianos; para zanjar este asunto, estos lo atribuyeron al espíritu de las tinieblas, pero no se atrevieron a acusar a los discípulos de Mitra de haber tomado sus misterios del culto del Mesías, pues conocían que la doctrina persa era anterior. De esta manera los primeros cristianos y el culto de Mitra daban a probar miel a los iniciados, y les hacían lavar las manos con miel.


Según L. Charbonneau-Lassay, los antiguos simbolistas utilizaron a este pequeño ser impresionados por sus analogías con principios espirituales, así como por sus cualidades de industria y la excelencia de sus obras; su valor popular es reconocido en cualquier país. Hijas aladas de los primeros soles, anunciadoras benditas de los primeros días serenos, maestros en la construcción de celdas geométricas, vigilantes de las influencias magnéticas, de las radiaciones telúricas, en definitiva insecto bendito al que san Paulino de Nola llamaba «la misteriosísima abeja».


Debemos remontarnos a los simbolistas de Egipto quienes comienzan a representarla como símbolo del alma de los hom-bres, es plasmada en las tumbas como imagen de supervivencia del alma después de la muerte. Pero al mismo tiempo sirven como emblemática de las dinastías faraónicas del Alto y el Bajo Egipto, representadas por una abeja y una brizna de junco. Uno de los himnos funerarios dirigido al faraón Usertosen II dice así: «Casó al junco con la abeja», afirmación que se interpreta como que reinó en los dos Egiptos. También se han hallado abejas funerarias en la tumba de la faraona de Egipto, Ahotpu I.









Dentro de Europa también se han encontrado abejas en las tumbas bárbaras de las Galias, y principalmente en la tumba del rey franco Childerico (m. 481). De hecho parece que el símbolo de la abeja también era patrimonio metafísico de los druidas. Los mazdeíztas, como los antiguos persas creían que la miel era parte de la composición del celeste Soma. En el Rig Veda las abejas ofrecen su miel a los Ashwins, y Krishna lleva una abeja azul en la frente. 


Parece que este culto a la abeja se extendió de Creta a las islas del Egeo y a la Grecia continental. En la mitología de Creta, el dios supremo nacido de la Tierra Madre (Deméter Ceres) fue alimentado en una gruta por una princesa cretense con la leche de Amaltea y la miel de la reina abeja Melisa. Según cuenta Estrabón, en Eleusis y en Éfeso las sacerdotisas que celebraban antaño los antiguos misterios se llamaban Me-lissai, «las Abejas», y algunos iniciados que habían alcanzado un grado de pureza indiscutible recibían también este nombre. Se atribuían a la abeja dones divinos, y misteriosos; en los cenáculos de Samotracia, los mister también veneraban a la abeja.





El simbolismo cristiano adopta la figura de la abeja como símbolo crístico y emblema de las virtudes cristianas y la hermética antigua hace de la abeja el símbolo de Cristo como luz del mundo, como dice Cahier, en su Bestiario armenio: «Como Cristo, la abeja difunde la luz en el mundo».




Para representar la benignidad de Cristo y la suavidad de su doctrina, la primera liturgia cristiana, en los ritos del Bautismo, ordenaba hacer gustar la miel a los nuevos cristianos al final de la ceremonia bautismal, que implicaba también la primera recepción de la Eucaristía. Fue santo Tomás de Aquino quien consagró oficialmente la miel como símbolo de la Eucaristía, tomando por Introito de la Misa del Santo Sacramento estas palabras: Cibavit eos ex adipe frumenti, et de petra melle saturavit eos (Él los alimentó con la más grasa sustancia del trigo, los sació con miel de la piedra).


En la Edad Media, algunos grandes monasterios franceses tomaron nombres derivados de las abejas, como la abadía cisterciense de Melleray, diócesis de Nantes, cuyo escudo de armas reza: de azur con colmena de plata, acompañada de tres abejas de los mismos.


También los simbolistas de la antigüedad tomaron la figura de la colmena como emblema de la Iglesia, pero también de la monarquía, pues en la colmena solo hay una cabeza que manda, gobierna y lo anima todo, esta es la función del Papa en el gobierno de la Iglesia y la del Emperador o Rey en su Estado monárquico.


Llegados a este punto, parece que es necesario clarificar que este símbolo se reviste de una vertiente exotérica, tradición popular y de culto, y otra más esotérica e iniciática. Parece que al transcurrir del tiempo este símbolo tiende a desfigurarse y vulgarizarse entre los no-iniciados.




Es san Bernardo quien trata de restituir el sentido metafí-sico de este símbolo, pero no sin hacerlo dentro de un contexto hermético-cristiano, siendo para el no-iniciado difícil de en-tender; en su obra Vid Mística, del siglo XII, dice:

las abejas... son imagen de las almas que saben y pueden elevarse con las alas de la contemplación, que se separan, por decirlo así, de sus cuerpos, igual que el industrioso in-secto abandona su colmena para volar hasta el jardín de las celestiales voluptuosidades. Allí encuentran reunidas todas las flores como el más rico de los tesoros, y saborean sus ricas delicias.


Ese jardín es el Paraíso, pues se dice en el Cantar del Amor: El fruto de tu seno, frecundísima Virgen María, es el paraíso. Del seno de la Virgen María, en efecto, salió el paraíso, ese jardín de las delicias, adornado con todas las flores, recojamos y saboreemos su jugo. Conviene que nosotros, abejas espiri-tuales, busquemos la miel que mana de la piedra, conforme a las palabras del profeta; porque ese Cristo que es un paraíso de delicias es también esa piedra misteriosa.
 
 


Para comprender el significado hermético de la definición que hace san Bernardo de la imagen de la abeja, es necesario remitirse a la tradición hindú para encontrar una interpretación precisa sobre el carácter metafísico de unos procesos que la conciencia manifiesta en los diferentes niveles del Ser. En el orden espiritual, la conciencia se manifiesta a través de cinco cuerpos o vehículos (Kosas), y el estado de percepción de la conciencia es enteramente distinto según se expanda en uno u otro nivel a través del estado de contemplación activa, pero no en un estado místico de pasivi-dad y abandono interior, pues como dice san Bernardo es de «las almas que saben y pueden elevarse». Esta elevación se produce a través de siete esferas llamadas en la tradición hindú Lokas; estas conforman los niveles de manifestación desde Dios como Substancia Eterna hasta su manifestación como creación física. Y como comprenderán aquellos que siguen una vía o una búsqueda espiritual, no es posible expresar en términos de conocimiento intelectual lo que se experimenta o percibe la conciencia en estos estados; sólo es posible utilizar el lenguaje simbólico para expresar una experiencia no-transmisible y sólo comprensible por otros «iniciados».


El maestro Rumi, también expresa esta experiencia inte-rior en su Fihi-ma--fihi: Tú eres aquél que sin cuerpo posee el cuerpo; no temas entonces que tu alma salga de tu cuerpo. Y añade en lenguaje simbólico, que nuestro cuerpo es representa-do por la colmena donde se reúne la miel y la cera; el amor de Dios guardado en nuestro interior. Después de cumplir con su cometido, las abejas vuelan, pero la cera y la miel permanecen, como así también el jardinero.


En segundo lugar san Bernardo se está refiriendo al estado espiritual que proviene de la «iniciación mariana», denomi-nada de esta manera debido a que ésta es la que recibió la santa Virgen, la madre de Jesús, hijo de María1 . Es la Regina sanctorum omnium que dicen las letanías, así como es la Subs-tancia de la santidad original antes de la caída e identificada con la Tradición primordial. El Amor es el medio por el que la iniciación mariana conecta con nuestra Naturaleza íntima, siendo junto con los aspectos de la Belleza y la Misericordia las características espirituales de la vía devocional (Bhakti-yoga). Al mismo tiempo esta vía es propia de la casta guerrera, la del monje-guerrero, y María es el símbolo griálico, el receptáculo del espíritu, de donde brota el jardín de las delicias término que designa a los diferentes estados espirituales del sendero y sus raptos interiores hacia los estados superiores del Ser.




Durante el siglo XVII, los Hermanos de la Rosa Cruz, retoman de nuevo el símbolo de la abeja, formando parte del simbolismo de la Rosa y la Cruz. Este emblema «Dat Rosa Mel Apibus» (La rosa da miel a las abejas), fue utilizado en la portada del «Summum Bonum» de Joachim Frizius y luego adoptado para ilustrar el «Clavis» de Robert Fludd (1574-1637). Podemos ver en un sentido hermético cómo parece haber una aproximación entre la doctrina de san Bernardo, la ebriedad interior del sufismo y el simbolismo que propugna la Rosa+Cruz del siglo XVII, lo cual nos induce a pensar en una transmisión espiritual que es mantenida de forma secreta a través de los siglos, como una cadena iniciática ininterrumpida.





Por último, diremos que la miel es llamada por los maestros: «la ciencia de las cosas de Dios», y las inevitables picaduras de la recolección de la miel son el emblema de los sufrimientos morales o físicos de que está sembrado el áspe-ro sendero que conduce a la conquista de los conocimientos espirituales (L.Charbonneau-Lassay).






Nota

 1. Denominación con la que se conoce a Jesús en el Islam. Otra denominación es Ruh ol-llah (el Espíritu de Dios).

2. Tras la disolución de la Orden del Temple en 1314, los iniciados del esoterismo cristiano se reorganizaron, de acuerdo con los iniciados del esoterismo islámico bajo el nombre de Rosa-Cruz. El término no es extensible a las actuales organizaciones rosacruces que se aprecian en Occidente. La expresión Rosacruz como Sufí corresponden a estados o grados espirituales de Realización alcanzados, no a títulos profanos.

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"El Simbolismo de las Abejas" (Revista Sufí), José Antonio Mateos