EL SIMBOLISMO DE LAS ABEJAS
Cuentan los cronistas sobre la antigua iconogra-fía de la
abeja,que debido a la perfecta identidad y similitud de símbolos y ceremonias
entre el cristianismo y el mitraísmo, causó espanto a los primeros cristianos;
para zanjar este asunto, estos lo atribuyeron al espíritu de las tinieblas,
pero no se atrevieron a acusar a los discípulos de Mitra de haber tomado sus
misterios del culto del Mesías, pues conocían que la doctrina persa era
anterior. De esta manera los primeros cristianos y el culto de Mitra daban a
probar miel a los iniciados, y les hacían lavar las manos con miel.
Según L.
Charbonneau-Lassay, los antiguos simbolistas utilizaron a este pequeño ser
impresionados por sus analogías con principios espirituales, así como por sus
cualidades de industria y la excelencia de sus obras; su valor popular es
reconocido en cualquier país. Hijas aladas de los primeros soles, anunciadoras
benditas de los primeros días serenos, maestros en la construcción de celdas
geométricas, vigilantes de las influencias magnéticas, de las radiaciones
telúricas, en definitiva insecto bendito al que san Paulino de Nola llamaba «la
misteriosísima abeja».
Debemos
remontarnos a los simbolistas de Egipto quienes comienzan a representarla como
símbolo del alma de los hom-bres, es plasmada en las tumbas como imagen de
supervivencia del alma después de la muerte. Pero al mismo tiempo sirven como
emblemática de las dinastías faraónicas del Alto y el Bajo Egipto,
representadas por una abeja y una brizna de junco. Uno de los himnos funerarios
dirigido al faraón Usertosen II dice así: «Casó al junco con la abeja»,
afirmación que se interpreta como que reinó en los dos Egiptos. También se han
hallado abejas funerarias en la tumba de la faraona de Egipto, Ahotpu I.
Dentro de Europa también se
han encontrado abejas en las tumbas bárbaras de las Galias, y principalmente en
la tumba del rey franco Childerico (m. 481). De hecho parece que el símbolo de
la abeja también era patrimonio metafísico de los druidas. Los mazdeíztas, como
los antiguos persas creían que la miel era parte de la composición del celeste
Soma. En el Rig Veda las abejas ofrecen su miel a los Ashwins, y Krishna lleva
una abeja azul en la frente.
Parece que este
culto a la abeja se extendió de Creta a las islas del Egeo y a la Grecia
continental. En la mitología de Creta, el dios supremo nacido de la Tierra
Madre (Deméter Ceres) fue alimentado en una gruta por una princesa cretense con
la leche de Amaltea y la miel de la reina abeja Melisa. Según cuenta Estrabón,
en Eleusis y en Éfeso las sacerdotisas que celebraban antaño los antiguos
misterios se llamaban Me-lissai, «las Abejas», y algunos iniciados que habían
alcanzado un grado de pureza indiscutible recibían también este nombre. Se
atribuían a la abeja dones divinos, y misteriosos; en los cenáculos de
Samotracia, los mister también veneraban a la abeja.
El simbolismo
cristiano adopta la figura de la abeja como símbolo crístico y emblema de las
virtudes cristianas y la hermética antigua hace de la abeja el símbolo de
Cristo como luz del mundo, como dice Cahier, en su Bestiario armenio: «Como Cristo, la abeja difunde la luz en el
mundo».
Para
representar la benignidad de Cristo y la suavidad de su doctrina, la primera
liturgia cristiana, en los ritos del Bautismo, ordenaba hacer gustar la miel a
los nuevos cristianos al final de la ceremonia bautismal, que implicaba también
la primera recepción de la Eucaristía. Fue santo Tomás de Aquino quien consagró
oficialmente la miel como símbolo de la Eucaristía, tomando por Introito de la Misa del Santo Sacramento
estas palabras: Cibavit eos ex adipe
frumenti, et de petra melle saturavit
eos (Él los alimentó con la más grasa
sustancia del trigo, los sació con miel de la piedra).
En la Edad
Media, algunos grandes monasterios franceses tomaron nombres derivados de las
abejas, como la abadía cisterciense de Melleray, diócesis de Nantes, cuyo
escudo de armas reza: de azur con colmena
de plata, acompañada de tres abejas
de los mismos.
También los
simbolistas de la antigüedad tomaron la figura de la colmena como emblema de la
Iglesia, pero también de la monarquía, pues en la colmena solo hay una cabeza
que manda, gobierna y lo anima todo, esta es la función del Papa en el gobierno
de la Iglesia y la del Emperador o Rey en su Estado monárquico.
Llegados a este punto, parece que es necesario clarificar que este
símbolo se reviste de una vertiente exotérica, tradición popular y
de culto, y otra más esotérica e iniciática. Parece que al transcurrir del
tiempo este símbolo tiende a desfigurarse y vulgarizarse entre los no-iniciados.
Es san Bernardo quien trata de restituir el sentido metafí-sico de este
símbolo, pero no sin hacerlo dentro de un contexto hermético-cristiano, siendo
para el no-iniciado difícil de en-tender; en su obra Vid Mística, del siglo XII, dice:
las abejas... son imagen de las almas que saben y
pueden elevarse con las alas de la contemplación, que se separan, por decirlo
así, de sus cuerpos, igual que el industrioso in-secto abandona su colmena para
volar hasta el jardín de las celestiales voluptuosidades. Allí encuentran
reunidas todas las
flores como el más rico de los tesoros, y saborean sus ricas delicias.
Ese jardín es el Paraíso, pues se dice en el Cantar
del Amor: El fruto de tu seno, frecundísima Virgen María, es el paraíso. Del
seno de la Virgen María, en efecto, salió el paraíso, ese jardín de las delicias,
adornado con todas las flores, recojamos y
saboreemos su jugo. Conviene que nosotros, abejas espiri-tuales, busquemos la
miel que mana de la piedra, conforme a las palabras del profeta; porque ese
Cristo que es un paraíso de delicias es también esa piedra misteriosa.
Para comprender el significado hermético de la
definición que hace san Bernardo de la imagen de la abeja, es necesario
remitirse a la tradición hindú para encontrar una interpretación precisa sobre
el carácter metafísico de unos procesos que la conciencia manifiesta en los
diferentes niveles del Ser. En el orden espiritual, la conciencia se manifiesta
a través de cinco cuerpos o vehículos (Kosas),
y el estado de percepción de la conciencia es enteramente distinto según
se expanda en uno u otro nivel a través del estado de contemplación activa,
pero no en un estado místico de pasivi-dad y abandono interior, pues como dice
san Bernardo es de «las almas que saben y pueden elevarse». Esta elevación se
produce a través de siete esferas llamadas en la tradición hindú Lokas; estas conforman los niveles de
manifestación desde Dios como
Substancia Eterna hasta su manifestación como creación física. Y como
comprenderán aquellos que siguen una vía o una búsqueda espiritual, no es
posible expresar en términos de conocimiento intelectual lo que se experimenta
o percibe la conciencia en estos estados; sólo es posible utilizar el lenguaje
simbólico para expresar una experiencia no-transmisible y sólo comprensible por
otros «iniciados».
El maestro Rumi, también expresa esta experiencia inte-rior en su Fihi-ma--fihi: Tú eres aquél que sin cuerpo
posee el cuerpo; no temas entonces
que tu alma salga de tu cuerpo. Y añade
en lenguaje simbólico, que nuestro cuerpo es representa-do por la colmena donde
se reúne la miel y la cera; el amor de Dios guardado en nuestro interior.
Después de cumplir con su cometido,
las abejas vuelan, pero la cera y la miel permanecen, como así también el
jardinero.
En segundo lugar san Bernardo se está refiriendo al estado espiritual
que proviene de la «iniciación mariana», denomi-nada de esta manera debido a
que ésta es la que recibió la santa Virgen, la madre de Jesús, hijo de María1 . Es la Regina sanctorum omnium que
dicen las letanías, así como es la Subs-tancia de la santidad original antes de
la caída e identificada con la Tradición primordial. El Amor es el medio por el
que la iniciación mariana conecta con nuestra Naturaleza íntima, siendo junto
con los aspectos de la Belleza y la Misericordia las características
espirituales de la vía devocional (Bhakti-yoga).
Al mismo tiempo esta vía es propia de la casta guerrera, la del monje-guerrero,
y María es el símbolo griálico, el receptáculo del espíritu, de donde brota el jardín de las delicias término que
designa a los diferentes estados espirituales del sendero y sus raptos
interiores hacia los estados superiores del Ser.
Durante
el siglo XVII, los Hermanos de la Rosa Cruz,
retoman de nuevo el símbolo de la abeja, formando parte del simbolismo de la
Rosa y la Cruz. Este emblema «Dat Rosa Mel Apibus» (La rosa da miel a las
abejas), fue utilizado en la portada del «Summum Bonum» de Joachim Frizius y
luego adoptado para ilustrar el «Clavis» de Robert Fludd (1574-1637). Podemos
ver en un sentido hermético cómo parece haber una aproximación entre la
doctrina de san Bernardo, la ebriedad interior del sufismo y el simbolismo que
propugna la Rosa+Cruz del siglo XVII, lo cual nos induce a pensar en una
transmisión espiritual que es mantenida de forma secreta a través de los
siglos, como una cadena iniciática ininterrumpida.
Por
último, diremos que la miel es llamada por los maestros: «la ciencia de las
cosas de Dios», y las inevitables picaduras de la recolección de la miel son el
emblema de los sufrimientos morales o físicos de que está sembrado el áspe-ro sendero
que conduce a la conquista de los conocimientos espirituales
(L.Charbonneau-Lassay).
Nota
1. Denominación con la que se conoce a Jesús
en el Islam. Otra denominación es Ruh
ol-llah (el Espíritu de Dios).
2. Tras la disolución de la Orden del Temple en 1314, los iniciados del
esoterismo cristiano se reorganizaron, de acuerdo con los iniciados del
esoterismo islámico bajo el nombre de Rosa-Cruz. El término no es extensible a
las actuales organizaciones rosacruces que se aprecian en Occidente. La expresión
Rosacruz como Sufí corresponden a estados o grados espirituales de Realización
alcanzados, no a títulos profanos.
___________
"El Simbolismo de las Abejas" (Revista Sufí), José Antonio Mateos